Made in: Argentina

Publicado por Mocker , domingo, 25 de marzo de 2012 20:46

Rodolfo Mederos-Generación Cero: "De Todas Maneras" (1977)

La Fusión, como estilo musical, suele ser bastante compleja para definir, ya que sus raíces se pueden encontrar en los más variados géneros musicales, tomando por partes iguales a cada uno y pudiendo quitar y/o agregar nuevos sin perder su esencia. Marcar como punto de partida un estilo es un poco una tarea casi Quijotesca, ya que nada nace de la noche a la mañana y todo es por consecuencia de tal o cual cosa. Sin embargo, ya a comienzos de la década del ´70 varios grupos empezaron a forjar un estilo musical que mezclaba el Rock con el Jazz. No está demás recordar que para comienzos de esa década el Rock Progresivo comenzaba a dar sus primeros pasos y esa búsqueda por nuevos sonidos despertaba curiosidad para ejecutar o plasmar otros estilos al Rock. La música Sinfónica coqueteó con el Rock Progresivo -confundiendo muchas veces al público que ambos eran sinónimos-, por su parte el Jazz también tuvo y tiene aún cierto affaire con el Rock teniendo sus años dorados en esa década. Incluso -como para seguir agregando ingredientes a ese cóctel llamado Fusión-, este estilo también puede tener mucha influencia musical por el lugar de origen de donde es ejecutado, captando sonidos y estilos étnicos de cada país o región. Estos últimos ganan cierta originalidad y sello personal diferenciándose del resto.

En Argentina, a mediados de los ´70, el Rock Progresivo caló bien hondo en los huesos de una generación, y por supuesto tuvo algunos ejemplos también de Fusión. Estos casos fueron aislados y no contaron nunca con el apoyo masivo por parte del público como así también de la crítica. De todas maneras, más allá de que hoy por hoy a la distancia tampoco tengan una gran revalorización de su trabajo, existe un nicho de público tanto a nivel nacional y quizás aún mucho más extranjero que celebra esas bandas de “culto” que nuestro país a sabido albergar. Ejemplos de grupos y solistas que hayan “coqueteado” con el Jazz Rock y diversas variantes dentro de la Fusión hay de sobra pero no todos gozaron de gran reconocimiento. A saber, Alma y Vida, Alas, Bubu, Sanata y Clarificación, algunos discos de Nebbia y la lista sigue. De todas maneras, y volviendo unos párrafos más arriba, la Fusión podría ser alimentada de acuerdo al lugar de origen de donde es ejecutada y uno de los ejemplos que cae como anillo al dedo es el de Rodolfo Mederos.

Mederos es un bandoneonísta que entre otras cosas dentro de su extensa y aún vigente carrera musical, supo fusionar el Rock con el Tango. Vale aclarar que no hay que confundir el Tango Electrónico -caso Bajofondo, Gotan Project- con lo que hizo Mederos en los ´70 con su grupo Generación Cero.
Mederos estaba influenciado -al igual que muchos de su generación- por el trabajo, el legado y la revolución que introdujo Astor Piazzolla dentro del Tango. Más allá de haber sido participe de la orquesta de Piazzolla y de Osvaldo Pugliese y haber colaborado con algunos rockeros de la época -con Spinetta en Invisible-, Mederos quiso abrirse camino por sí solo y encontró en el grupo Generación Cero un refugio donde dejar volar su imaginación y gusto musical. Esta banda logró realizar una fusión de tres géneros musicales, el Rock, el Jazz y el Tango. Obteniendo con este último un sello personal, distintivo, nacional y por supuesto bien porteño.

Este trabajo, llamado “De Todas Maneras”, de 1977, sería su segundo Lp junto a la agrupación Generación Cero, el cual sirvió para sentar las bases de lo “jugado” que era este proyecto, algo que ya había quedado más que en claro con el excelente primer álbum, "Fuera de Broma", de 1976. Esta propuesta musical, más allá de tener un alto grado de influencia por sonidos típicos nacionales como es el Tango, no contó con el apoyo masivo en nuestro país. Incluso se valoró y valora mucho más esta obra dentro del mercado extranjero que suele buscar y coleccionar estos tipos de trabajo con pasión y fervor.

Para la grabación de este disco, Mederos contó con la participación de Tomás Gubitsh en guitarra eléctrica y española -participó en Invisible-, Gustavo Fedel -ex Espíritu- en piano, órgano y sintetizadores -recordemos que estamos en pleno furor del Rock Progresivo en Argentina-, Eduardo Criscuolo en bajo y Rodolfo Messina en batería. El Lp consta de 8 temas, todos instrumentales, salvo “El Largo Adiós” y “Más Vale Cien Volando” que cuenta con la voz de Analía Lovato. Las otras canciones que completan el álbum son el tema homónimo al disco, “El Lugar Donde Vivo”, “Triste Diciembre”, “Cada Día, Cada Noche”, “Verano 1976” y “Todo Ayer”. Unas líneas más arriba mencionábamos a Nebbia como uno de los exponentes o ejemplos de la Fusión en Argentina y esto lo deja en claro al tener el rol de Director de Grabación en este Lp.

Actualmente este trabajo de Mederos se encuentra reeditado en CD en formato Digipack gracias a la colaboración del sello argentino Viajero Inmóvil, el francés Musea Records y el brasilero Rock Symphony. Que estas dos últimas firmas hayan sido partícipes de este lanzamiento reafirma lo mencionado anteriormente de que el mercado internacional está ávido de conocer y rescatar discos Argentinos valorándolos mucho más en comparación con nuestro país.

Por último, es necesario indicar que se celebra la reedición de este material hasta ahora descatalogado no sin antes mencionar algunas recomendaciones para su correcta escucha. La Fusión no es un género para escuchar “de fondo” o de una forma más desestructurada saltando o pinchando temas sino todo lo contrario, hay que prestar atención a todo ese entramado de sonidos, melodías e instrumentos. Este álbum por supuesto no es la excepción a la regla, y merece disfrutarse de principio a fin halagando y valorando la impronta e innovación que tuvieron al ejecutar esa triple Fusión de Rock, Jazz y Tango obteniendo con esto una identidad propia y una marca registrada a nivel internacional.

El Infaltable

Publicado por Mocker , sábado, 17 de marzo de 2012 15:14

The Rolling Stones: "Sticky Fingers" (1971)

Muchas veces para entender y comprender de forma correcta un proceso histórico, político y/o social, es necesario dividirlo o separarlo por períodos o acontecimientos. Delimitar el principio o el final de un hecho marcándolo como una bisagra lo aplicamos incluso en el día a día de nuestras vidas y por supuesto en el Rock no hay diferencia alguna. La gran mayoría de los grupos pueden dividir su historia musical o discográfica por etapas, ya sea por cambio de integrantes, de estilos, éxitos, fracasos y varias opciones más. Por supuesto, cuanto mayor longevidad tenga la agrupación, más tela para cortar tendrá.

Una de esas bandas que viene como anillo al dedo para representar de forma exacta este ejemplo, son los Stones. Comprender y memorizar la historia y discografía de un grupo con más de 50 años encima puede no ser una tarea para nada alentadora en un primer momento, pero si su trayectoria se divide por etapas la cosa va tomando otro color. La discografía de los Stones se puede dividir en tres períodos y de ahí en más seguir dividiéndolos aún más, pero aboquémonos sólo a lo primero. Esas tres etapas están delimitadas por tres guitarristas como es el caso de Brian Jones, Mick Taylor y el actual Ron Wood.

La primer época de los Stones, desde comienzos de los ´60 hasta finales de esa década tuvo entre sus filas al malogrado Brian Jones, luego desde comienzos de los ´70 hasta mediados a Mick Taylor y desde el ´76 hasta nuestros días al ex Faces Ron Wood. Cada uno de ellos le aportó distintos matices al sonido Stone y marcó diferentes “épocas” de acuerdo a los tiempos que corrían. La segunda etapa de los Stones, la que protagoniza Mick Taylor, además está bien delimitada porque comienza con una década nueva, la de los ´70. Taylor ya se había incorporado a la banda de Jagger y cía a finales de los ´60 cuando estos decidieron expulsar a Brian Jones ya que se estaba volviendo bastante inestable a causa del consumo de drogas. Por este motivo, el disco “Let It Bleed” de 1969 cuenta con la colaboración en algunos temas de Taylor en la guitarra.

Sin embargo, el comienzo oficial sería con el siguiente Lp, “Sticky Fingers”, donde no sólo marca el comienzo de un nuevo guitarrista en la agrupación sino también de varios factores más, convirtiéndose este álbum en una bisagra con respecto a los anteriores. “Sticky Fingers”, editado en 1971, fue el primer disco lanzado por el sello discográfico del grupo -Rolling Stones Records- ya que se habían separado de Decca Records. Además fue el primer trabajo donde se incluyó el clásico logo de la “Lengua y los Labios Stone”. Un diseño que de forma incorrecta, muchas veces se lo atribuye al artista plástico Andy Warhol, cuando en realidad le corresponde dicha creación a John Pasche. Esta desinformación puede provenir de que el platinado Warhol sí diseño el arte de tapa del Lp, el cual contenía una portada que mostraba unos jeans bien apretados donde se podía ver un “bulto” masculino. Pero esto no era todo, no acababa ahí la cosa, sino que también la correspondiente edición original del disco venía con un cierre el cual se podía bajar y ver la ropa interior del mismo, logrando con esto que el oyente interactúe con el Lp. Por supuesto, en su interior el concepto continuaba ya que se mostraba la misma figura pero con un slip blanco. Esta portada, en más de algunos lados, causó cierta urticaria y tuvo que ser modificada ya que se consideró como obscena y lujuriosa. El reemplazo en algunos países -como en la España Franquista- la tapa fue una lata de conservas donde salían unos femeninos dedos pegajosos.

El sonido del disco contiene los ritmos que hicieron clásicos a los Stones pero ejecutados con una personalidad propia y una madurez ya bien consagrada. El Lp comienza con “Brown Sugar”, un estandarte de ellos, el cual puede tener varias lecturas en su prosa, la cual podría haber sido dedicada una joven de color o a la heroína, estupefaciente que estaba haciendo estragos en Richards y que más de una vez lo metió en enredos con la policía. Esta canción fue lanzada como sencillo antes de la publicación del álbum y fue acompañada en su lado B por “Bitch” también incluida en “Sticky Fingers”. El álbum continua con “Sway” un Rock and Roll un poco más duro en su ejecución pero fiel reflejo de las composiciones de Jagger-Richards de esa época, la cual contó además con un arreglo de cuerdas de fondo.

La balada emotiva llega con “Wild Horses”, la cual a pesar de llevar la firma de Jagger-Richards, le debe mucho a la figura del malogrado Gram Parsons, el cual incluso grabó una versión de este tema para su banda, los Flying Burrito Brothers, antes de que los Stones publicaran la suya. Por ese entonces, Richards se encontraba muy apegado a Parsons y no sería de extrañar que el primer bosquejo de “Wild Horses” haya salido de la cabeza de éste último. Esta canción también se cortó como sencillo y fue acompañada en su lado B por “Sway”. “Can´t You Hear Me Knocking” es otra de esas canciones que al instante se diferencian dentro del período de Taylor en la agrupación. Con Brian Jones los Stones tenían un pequeño genio capaz de ejecutar todos los instrumentos que se le pasaran por enfrente de él pero con Taylor recuperaron el Rock and Roll y R&B de sus comienzos pero con una personalidad ya marcada. El solo de guitarra de Taylor tiene hasta un dejo de raíces latinoamericanas que se podría emparentar con el típico sonido de Santana, esto ayudado por las congas de Rocky Dijon.

“You Gotta Move” original de Fred McDowell y el Reverendo Gary Davis, suena a un cadencioso Blues Rural, estilo por el que los Stones eran más que devotos y dejaron claro en más de una oportunidad como en “Love in Vain” de Robert Johnson. El Rock and Roll dice presente de nuevo con “Bitch”, una letra directa dedicada a las mujeres que en más de una vez causan un dolor de cabeza al sexo masculino. El aporte de la sección de vientos -cortesía de Bobby Keys y Jim Price- es excelente y estos tipos de temas con un alto grado de protagonismo del saxo continúan en discos siguientes como el “Exile on Main Street”, el cual debe mucho a las sesiones de grabación de este “Sticky Fingers”. “I Got The Blues” continúa con lo dicho anteriormente, una sección de vientos eximia, pero que aquí además de contar con una muy sentida voz de Jagger tiene el aporte en órgano de Billy Preston, convirtiéndola en una muy acogedora balada.

La sociedad creativa de Jagger-Richards le cede espacio a Marianne Faithfull -ex novia de Jagger- para la creación de “Sister Morphine”, una canción con un mensaje fuerte y que causó alguna que otra censura ya que hablaba sobre la agonía de un hombre en un Hospital a causa de una sobredosis y su consecuente deseo de conseguir morfina.

/ Aquí estoy en la cama de un hospital / Dime hermana morfina / ¿Cuando vendrás a visitarme otra vez? / Oh, no creo que pueda aguantar tanto. / Oh, ya ves lo fuerte que es mi dolor. /
……
/ Por favor prima cocaína, pon tus frías manos en mi cabeza. / Ah, que venga la hermana morfina, sería mejor / que me hiciera la cama, tu sabes y yo se, / que por la mañana estaré muerto. / Si puedes sentarte, si, puedes mirar como las / limpias sábanas blancas / se manchan de rojo. /

“Dead Flowers”, es una balada de Country Rock, la cual también es uno de los “highlights” del álbum y forma parte de una trilogía de canciones de ese mismo período y estilo como son “Country Honk” o “Sweet Virginia”. El disco lo cierra “Moonlight Mile”, una canción con cierto aire de misterio en tono de balada pero que no se podría encasillar en un estilo en particular. El arreglo de cuerdas de fondo a cargo de Paul Buckmaster le dan una impronta personal a la canción que tiene incluso algo de experimental. Con esta canción finaliza un álbum que por ningún lado hace agua y que desde principio a fin tiene todos temas excelentes. Motivos más que suficientes para ubicarlo dentro de los mejores Lp´s de la historia del Rock.

“Sticky Fingers”, es sin dudas el comienzo y/o puntapié inicial de una nueva etapa en los Rolling Stones, la comúnmente identificada como “la que esta Mick Taylor en guitarra”. Más allá de esto, este Lp es un indispensable disco dentro de los muchos infaltables que tiene la discografía de Nuestras Majestades Satánicas.

Pará las Orejas!

Publicado por Mocker , viernes, 9 de marzo de 2012 13:53

Paul McCartney: "Kisses on The Bottom" (2012)

Desde hace un tiempo a esta parte existe una tendencia, moda, añoranza, falta de creatividad o simplemente recurso monetario que hace que los grandes artistas del rock, los ya consagrados y ultra reconocidos, graben standards de Rock and Roll, Jazz, Blues, Soul y demás estilos. Los motivos por los que se abocan a realizar estas grabaciones pueden enmarcarse bajo cualquiera de los mencionados anteriormente, el oyente puede escoger el más adecuado para cada artista en cuestión. Ahora bien, esos “viejitos piolas”, esos que muchas veces salen en los noticieros o en las revistas acompañados de mujeres a las cuales en muchos casos duplican en edad o siendo agasajados en fiestas y eventos varios son por nombrar sólo algunos, Rod Stewart, Phil Collins, Eric Clapton o Paul McCartney entre otros. Ese “refinamiento” por parte de ellos siempre es mirado con cierto desdén y reojo por parte del público rockero que creció con sus discos y que ve como “su” artista empieza a ceder el terreno de la rebeldía y se entrega sin concesiones a los mandatos de la industria musical. Como contrapartida, en muchos casos, sirve para “reflotar” la carrera de alguno que había perdido el faro a seguir ya hace bastante tiempo, caso Stewart, que con los “American Songbook”, otra vez volvió a ser redituable comercialmente. De todas maneras, y sólo ocurre en estos pequeños casos, siempre estamos dispuestos a escuchar material nuevo o en este caso viejo, de esas leyendas del Rock cualquiera sea la propuesta musical, ahora eso sí, que después le demos como a una bolsa de papas eso ya es otro tema.

Nadie en su sano juicio puede dudar de que la vasta trayectoria de McCartney tiene mucha tela para cortar, quizás sí es un poco irregular, pero es el Beatle que más discos grabó -la competencia con los demás en algunos casos cae de maduro por razones de la vida- y en la gran mayoría siempre salio airoso. Más allá de esa quizás no tan prolífica discografía, McCartney pareciera que siempre está pensando o trabajando en futuros nuevos proyectos y eso es muy loable si hablamos de una personalidad que con todo lo hecho hasta ahora puede descansar tranquilo y darle de comer a varias de sus futuras generaciones sin siquiera mover un dedo. Sin embargo siempre está inquieto y esto queda de manifiesto en proyectos como The Fireman junto a Youth de Killing Joke, cameos que tuvo con Michael Jackson allá por los ´80 y sus incontables aportes a nuevas-viejas grabaciones de los Beatles que siempre aparecen como por “arte de magia” y hasta sus trabajos personales siempre tienen el sello y la impronta McCartney son sólo algunos ejemplos.

Este último Lp de Macca, una vez más revisita y reversiona su pasado, así como lo hiciera en su momento con el álbum “Run Devil Run” donde ejecutaba canciones de Rock and Roll clásico, ahora le toca a esos temas de los años ´30 y ´40. Esos standards que al parecer -según palabras de Paul- eran los temas que se escuchaban en su casa familiar cuando aún el zurdo bajista era un niño. Las raíces de Music-Hall y el Swing son estilos que siempre formaron parte del ADN de McCartney y para muestra sólo basta un botón como por ejemplo con “When I´m 64” o “Martha My Dear” entre otros. Al parecer “Kisses on The Bottom” ya venía siendo “craneado” por Macca incluso antes de que Stewart la haya “pegado” con sus colecciones de standards, pero este proyecto se vio retrasado porque Paul no quería que pensaran que se quería subir al tren de la moda de reversionar clásicos de Jazz y Swing.

Fiel a su costumbre de llamar la atención y después poner la mejor cara de “yo no fui” tan típica de Paul, el título de este álbum causó un pequeño alboroto ya que su traducción literal podría ser algo así como Besos en el Culo. Sin embargo el doble sentido que siempre lleva su firma se puede traducir como Besos en lo más Profundo, una suerte de saludo en una carta de amor -la portada ayuda a eso- y para despejar más dudas Macca indica que el título se debe a un fragmento de letra que tiene el tema “I´m Gonna Sit Right Down and Write Myself a Letter”. En este caso, para la grabación del disco, Paul se rodeó -como de costumbre- con varios apellidos fuertes como es el productor Tommy Lipoma -Miles Davis- mientras que el acompañamiento en piano se encuentra Diana Krall -esposa de Elvis Costello- y varios más pesos pesados del Jazz como John Pizzarelli y Mike Mainieri entre otros mientras que dentro del lado del Rock se pueden enfilar Eric Clapton y Stevie Wonder como invitados de lujo.

Si vas a grabar un Lp de standards que mejor que hacerlo a la vieja usanza habrá pensado McCartney y con esto grabo junto a todos los músicos en tiempo real y no por partes, todos guionados con sus respectivos arreglos de orquesta. Por las interpretaciones vocales de Macca -siempre tan cuidadas- se aprecia que disfrutó mucho de la grabación logrando transmitir sus propias sensaciones y sentimientos en cada ejecución. El repertorio va desde lo intimista de “More I Cannot Wish You” pasando por lo Jazzy de “The Glory of Love”, hasta lo blusero de “Get Yourself Another Fool” donde la guitarra de Clapton al instante se hace notar. Sin embargo, dentro de los 14 temas que integran la placa no son todas versiones sino que hay dos originales de McCartney como es “My Valentine” -con Clapton en guitarra acústica- y “Only Our Hearts” -con Stevie Wonder en armónica-, dos canciones que están más que a la altura de las circunstancias, haciéndonos pensar y desear que hubiera estado más que interesante un álbum bajo este estilo pero con canciones propias de Macca.

Con “Kisses on The Bottom”, McCartney salda la deuda personal con su pasado, más precisamente con su niñez, revisitando clásicos interpretados en su momento por artistas de la talla de Fats Waller, Sam Cooke, Ella Fitzgerald, Nat King Cole y Benny Goodman entre varios más. Sin embargo, más allá de que el foco esté anclado en el pasado, este tipo de música termina siendo atemporal en cuanto a sensaciones y sentimientos que despierta al ser escuchada. El disco por obvias razones, carece de originalidad, sin embargo siempre estos tipos de trabajos cargan con esa pesada mochila. De todas maneras, se deja escuchar de forma amena y sirve para bajar un poco la adrenalina del día a día y según palabras del mismo Paul “-este disco está hecho para que se escuche relajado en casa luego de una larga jornada de trabajo-”, y quizás, una vez más, Macca esté en lo cierto.

Revisando los Rincones

Publicado por Mocker , viernes, 2 de marzo de 2012 13:11

Pink Floyd: "The Division Bell" (1994)

Hay títulos de discos que son alegóricos y categóricos, los cuales en una palabra o frase ponen de manifiesto una postura, pensamiento o sensación por la que puede estar atravesando ese grupo o solista. Ejemplos hay para todos los gustos y en cada estilo, algunos son más evidentes y en otros esa declaración se encuentra más solapada y hasta puede vincularse con sucesos o hechos por los que estuviera atravesando una sociedad y/o grupo de personas. Algunos de ellos y de los más variados pueden ser el “Disintegration” de The Cure el cual deja bien en claro la rotura o desmembramiento que estaban atravesando ellos a finales de los ´80. El “Bridge Over Troubled Water” de Simon and Garfunkel que utilizando un eufemismo también deja en evidencia los momentos turbulentos por los que estaba pasando el dúo.

Otros títulos por su parte, además de retratar ciertos sentimientos y sensaciones personales sirven para graficar momentos de transición a nivel social como el “The Times They Are A-Changin” de Bob Dylan o porque no el “The Division Bell” de Pink Floyd el cual es más que directo dejando en claro la posición que estaban teniendo David Gilmour, Rick Wright y Nick Mason en contraposición de su antiguo compañero de grupo y ahora enemigo acérrimo Roger Waters. Claro, para que la cosa no sea tan evidente, el título y varios de los temas que integran el álbum tratan sobre la falta de comunicación y la poca aceptación de inclinaciones ideológicas diferentes que existen en la sociedad a nivel mundial. Esto ya queda en evidencia desde la inquietante y enigmática pero a la vez explícita tapa de este último Lp de la agrupación. Esas dos caras de metal enfrentadas, amenazantes una con otra, forman a su vez un solo rostro, uniendo esas dos campanas divididas. Además de este mensaje existen otros detalles como las luces que se encuentran por detrás de las bocas de esas dos esculturas, las cuales crean la ilusión de ser el mensaje o la comunicación entre ambas figuras. Muchos interpretan también que el castillo que se encuentra en el fondo de la fotografía significa la contraposición de lo antiguo, resistiéndose a lo moderno y/o futurista que son esas dos caras de metal. El debate en las tapas de Pink Floyd siempre deja mucha tela para cortar.

“The Division Bell” es el último disco del grupo y es el segundo sin la presencia de Waters. Luego del mal paso que significó “A Momentary Lapse of Reason” el cual estaba destinado a dejar un sabor más que amargo si hubiera sido el final de la discografía, los restantes miembros, Gilmour, Wright y Mason deciden darle un cierre como realmente se merece la historia de la banda. Este Lp no va a estar nunca a la altura o en el mismo escalón que sus ya conocidas obras cumbres, sin embargo, este disco fue demasiado subvalorado por la crítica en el momento de su edición allá por el año 1994. Claro, las revistas especializadas por esa época ya tenían a sus nuevos “héroes” en el Grunge y en el incipiente Brit Pop dejando a la generación Floyd como unos viejitos que ya estaban de vuelta y no encajaban dentro de los nuevos sonidos. Ni hablar de los “misiles” que lanzaba Waters cuando le preguntaban por el nuevo trabajo de sus ex compañeros. En la otra vereda, se encontraban los fans que recibieron esta nueva entrega del grupo con los brazos más que abiertos ubicándolo en el puesto número uno de los discos más vendidos de ese año. Más allá de todo esto, el paso del tiempo le sienta más que bien a este disco ya que tal cual como sucede con algunas personas, la madurez los vuelve más interesantes y/o atractivos. Quizás también parte de este encanto radique en que dentro de la vasta discografía de ellos, este Lp se encuentre entre las sombras de algunos de sus mejores trabajos logrando tener aún esa magia de no haber sido comercializado tanto como otros.

“The Division Bell”, a su vez significó el verdadero regreso del Gigante ya que fue compuesto por los tres Floyd, volviendo a tener una gran incidencia en el sonido el aporte de Wright, cosa que en el disco anterior no sucede restándole eficacia. Muchos ven a ese anterior Lp casi como un trabajo solista de Gilmour más que un disco de Floyd, pero eso ya es otra historia. La grabación del disco fue realizada en varios estudios incluyendo la particular casa flotante de Gilmour, llamada Astoria. El Lp contó con el aporte en la producción del ya conocido por la banda, Bob Ezrin.

Volviendo al concepto principal del álbum que tiene a la comunicación como principal argumento, se pueden encontrar otros temas como el aislamiento o el enfrentamiento. “Poles Apart” lleva marcado a fuego el nombre Waters en sus letras, ya que en ella se habla sobre los cambios que se producen en las personas debido a varios motivos que los ubican en un rol desconocido y que muchas veces los distancian de esos seres que los acompañaron durante varios años de su vida. Otra canción que entre líneas tiene también como destinatario al ex Floyd es el sensible “Lost For Words”. Por su parte, “Wearing The Inside Out”, instrumentalmente muy logrado, con un gran aporte en saxo de Dick Parry y con Wright como cantante principal, trata sobre las barreras muchas veces inquebrantables que nos edificamos y levantamos ocultándonos ante los demás por temor a no ser comprendidos o lastimados.

El concepto de la comunicación del disco queda bien explícito con “Keep Talking” -cuenta con un sampleo de la voz del físico Stephen Hawking-, mientras que el sentido “A Great Day For Freedom” con su ambiente claustrofóbico y épico y su letra que retrata la intolerancia y los consecuentes conflictos bélicos que en muchas oportunidades se suscitan, lo ubican como uno de los mejores temas del disco. No está demás recordar que por esos años todavía se disfrutaba con euforia la caída del Muro de Berlín, terminando con esto años de diferencias sociales, políticas e ideológicas dentro de un mismo país, sin embargo como contraposición a esto, se encontraba el conflicto bélico por la entonces Yugoslavia lo cual derivo en la división y gestación de varios países. Pink Floyd, nunca le fue esquivo a los temas sociales, políticos y humanos, aún incluso cuando ya la presencia de Waters -el más implicado con estas causas- ya no se encontraba dentro de la agrupación.

Por su parte, “Cluster One” y Marooned” son dos temas instrumentales que tienen como protagonista principal a la guitarra de Gilmour -se siente por sus solos que se liberó de las ataduras de Waters-, pero tiene una muy buena base de teclados por parte de Wright. “What Do You Want From Me” ya desde su estilo y la producción de las voces suena al típico tema épico de los años dorados de Floyd. El cierre del Lp esta destinado a “High Hopes”, un tema que cierra de forma magistral y como se merece la discografía de ellos. Un aire épico, enigmático pero a la vez esperanzador, tal cual como su título lo indica, envuelve esta canción de más de 8 minutos de duración, la cual trata sobre los logros y decepciones de la vida.

“The Division Bell” no estará dentro de los 5 mejores discos de Floyd, sin embargo el paso del tiempo es el mejor aliado de este Lp, ya que en la distancia lo enaltece cada vez más, haciéndolo subir peldaño a peldaño dentro de su discografía. Con este álbum el Gigante dio su último aliento antes de caer y causar ese estruendo que tienen las grandes bestias al morir.